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diálogos, propuestas, historias para una Ciudadanía Mundial

La gestión política del agua: la urgencia de cambiar el planteamiento y las prácticas

A diferencia del petróleo, el agua es un recurso vital e irreemplazable.

Este agua, contrariamente a lo que son erróneas ideas preconcebidas, existe en cantidad limitada sobre la tierra. El único medio real para reciclarla es el propio ciclo natural del agua que funciona desde hace 4.500 millones de años, y que produce esa ilusión de infinitud.
A pesar de que se aluda con frecuencia a la Tierra como el planeta azul, lo cierto es que el agua dulce no representa más allá del 2% del agua que cubre la Tierra. Además, este agua está repartida de manera muy desigual en nuestro planeta. Así, seis países poseen la mitad del agua dulce del mundo: Brasil, Rusia, Colombia, Canadá, Indonesia y China. Pero este último país, con el 21% de la Humanidad, no tiene más que el 7% del agua dulce de la Tierra.

Cambio climático

Desde hace más de una década, el Consejo Científico Internacional sobre cuestiones medioambientales viene identificando la escasez de agua como el segundo problema más acuciante en el siglo XXI, justo después del calentamiento climático.

Esta clasificación no podría ser más oportuna, ya que ambos problemas se hallan íntimamente relacionados.

El informe científico del GIEC (Grupo Internacional de Estudio del Clima de 500 expertos, reunido en Bruselas en abril de 2007) prevé que las sequías podrían triplicarse bajo el efecto del calentamiento. El calentamiento tiene mucho que ver con la hambruna y con la falta de agua (Informe GIEC a los dirigentes, febrero de 2007). Aparte de subir las temperaturas, las precipitaciones aumentarán en las altas latitudes y bajarán en las zonas subtropicales. Las sequías serán más largas e intensas en zonas tropicales y subtropicales. Los ciclones tropicales serán asimismo más intensos. El cambio climático afectará presumiblemente a los insectos patógenos cuya biología está ligada a la pluviometría y a la temperatura, y que podrían verse afectados en su distribución geográfica, en su biología, en su supervivencia y en su fecundidad. Hace menos de un siglo el paludismo se extendía por Córcega, por el sur de Italia y por el Lacio, por los Balcanes…

A día de hoy, una persona de cada cuatro no tiene acceso al agua potable (UNESCO).
El PNUE advierte que en el futuro dos hombres de cada tres vivirán en países golpeados por el «estrés hídrico» (un desequilibrio estructural entre el capital limitado de agua de un país y su consumo; para ciertas escuelas, el estrés se sitúa por debajo de los 1000 litros por año y por persona, sin distinguir los tipos de consumo).

Para hacer frente a estas dificultades, y para la agricultura, habría que popularizar los irrigadores de goteo y poner a punto alternativas menos derrochadoras y que acepten agua salada, por ejemplo, tal y como se ha hecho con los OGM resistentes a ciertos herbicidas o que producen selectivamente medicamentos. Es preciso reencontrar las semillas más robustas de ayer: antes de la colonización, Chad tenía una cincuentena de variedades de cebada y trigo, de las que unas resistían bien a la sequía, otras a las langostas y unas terceras soportaban bien el viento cálido « khamsin » proveniente del Sudán. Las variedades comerciales e industriales han terminado con este capital secular.

Asimismo, en Túnez existían varias decenas de variedades de melón, mientras que cierto trigo tunecino resistente a los hongos es actualmente el gran negocio de la agricultura del cereal australiana… Si resucitáramos estas variedades aportaríamos a nuestras economías algo precioso y único.

La agricultura debe asimismo adoptar las aguas usadas recicladas provenientes de las ciudades, las cuales son enormes consumidoras de agua.

El agua virtual podría ser en algunos casos de gran ayuda a la hora de racionalizar el uso del recurso: así, una región o un país que tenga agua suficiente podría exportar sus productos agrícolas a otro país o región donde este recurso es escaso o comedido; en contrapartida podrían exportarse productos de alta tecnología, equipamientos industriales… Sería pues una situación en la que todos saldríamos ganando.

Las políticas públicas deberían promover (o imponer) medidas drásticas de ahorro del agua en agricultura, que es la principal fuente de consumo de agua en el mundo (60% de media y 90% en algunos países en vías de desarrollo). El informe de 2006 encargado al INRA por el Ministerio de Agricultura tenía un título particularmente revelador: «Sequía y agricultura. Reducir la vulnerabilidad de la agricultura ante el incremento del riesgo de falta de agua» (ver el texto en francés: http ://www.inra.fr/les_partenariat...).
En el Banco Mundial, por su parte, hay indicios de un estremecimiento. Según el sitio web del diario Le Monde (de 20 de abril de 2007), el BM, retomando el tema de la agricultura (basándose en su próximo Informe Mundial Anual sobre desarrollo que será hecho público en septiembre de 2007) escribe: «La aceleración del cambio climático, la inminencia de una crisis del agua [1], la lenta adopción de las nuevas biotecnologías… crean nuevas incertidumbres sobre las condiciones en las que los alimentos estarán disponibles en la economía mundial».

Nos daremos cuenta de que el cambio climático está teniendo desde ya efectos sobre el agua… y no sólo en el Sur. Así, el International Herald Tribune de 5 de abril de 2007 (pág.2) informa de que la sequía y la escasez de agua en el oeste americano están haciendo estragos y enfrentando a Estados como Montana, Utah, Nevada o California los unos contra los otros, hasta el punto de que algunos de ellos han llegado hasta el Tribunal Supremo para dirimir sus diferencias en relación con la «propiedad del agua».

Contaminación

En el mundo industrializado se emplean 70000 productos químicos diferentes en diversos sectores (agricultura, industrias, menaje del hogar…). En mayor o menos medida estas substancias -o sus metabolitos- acaban en la hidrosfera.

En un informe publicado en febrero de 2003, el Instituto francés del Medioambiente con sede en Orléans (IFEN) afirmaba que los ríos y acuíferos subterráneos del país continúan estando en gran medida contaminados por los pesticidas agrícolas: sólo el 5% de las muestras extraídas en los cursos de agua son de muy buena calidad y, por lo tanto, compatibles con el desarrollo sin riesgo para la vida acuática, así como con su empleo como agua potable sin tratamiento. En un 40% de los casos la presencia de pesticidas entraña una degradación en la calidad de las aguas que hace necesarios tratamientos específicos para potabilizarlas. Se han detectado no menos de 148 tipos diferentes de pesticida en las aguas de superficie y 62 en las subterráneas.

El Centro de investigación de Dubendorff, en Suiza, ha demostrado que el agua de lluvia en Europa no cumple con las normas de potabilidad por estar contaminada con los pesticidas, los gases de escape, los metales pesados… Los acuíferos profundos también están afectados. Esta contaminación del agua tiene efectos sobre la fauna y la flora, actuando sobre las hormonas de los seres vivos con efectos graves.

Está también la contaminación de los ríos por los residuos de los medicamentos consumidos por la población. El pequeño río Lee, afluente del Támesis, arrastra, por ejemplo, cien kilos de aspirina al año… Por no hablar de los contraceptivos, hipo-tensores, antálgicos, analgésicos, hipo-lipidemiantes…

En los países del Sur (China, India, Malasia, Egipto…) la situación es aún peor, pues a menudo esta polución química va acompañada de una terrible polución orgánica, con su lote de enfermedades hídricas (como el cólera, el tifus, la bilarciosis, el tracoma, la enfermedad del sueño, la ceguera de los ríos, el paludismo…) debido a la ausencia o mala calidad de las instalaciones para aguas residuales.

Es posible poner en marcha soluciones y políticas que detengan la contaminación química y orgánica de la hidrosfera. El Programa Reach, avalado recientemente por la UE, va en el buen sentido, si bien de manera tímida.

Las políticas públicas deberían promover los productos biodegradables o que tengan su origen en la química verde o de los vegetales.

Las soluciones existen, tal y como lo demuestra un buen número de trabajos, en especial los de nuestro amigo Suren Erkman (Ginebra) y, más recientemente, los de Pr Perry McCarty, de la Universidad de Stanford, que el próximo 16 de agosto recibirá en Estocolmo el Premio del Agua por sus magníficas investigaciones sobre descontaminación del agua por bioingeniería (biofilms, encimas..), entre otras. La nanotecnología debería ser, en el futuro, un precioso auxiliar en la lucha contra la polución.

Solidaridad internacional

1200 millones de seres humanos no tienen acceso al agua potable, y son 2000 millones los que carecen de acceso al saneamiento. Sin agua no hay dignidad. Sin agua, habrá éxodos hacia los arrabales de las grandes metrópolis (como El Cairo, Lagos, Casablanca…) a la espera de partir hacia un país rico. Sin agua, no habrá escuelas para niñas «acueducto de la comunidad» en África, como la de los Dogones en Mali, por ejemplo.

La cumbre de Johannesburgo se propuso reducir a la mitad estas cifras para el año 2015. Sin embargo se anuncia ya que ese objetivo no será cumplido (Loïc Fauchon, Consejo Mundial del Agua de Lorient, en octubre pasado).

Un mundo tan desigual es peligroso.

En Francia, regiones y municipios están haciendo esfuerzos magníficos, incluso proezas, pero por desgracia insuficientes, dada la amplitud de la tarea y la falta de coordinación para sacar partido de las disposiciones de la ley Santini para la ayuda a los países en vías de desarrollo en el sector del agua. Los Estados deben poner manos a la obra para aligerar los sufrimientos de estos humanos y por la paz en el mundo.
Están también las técnicas tradicionales que hay que recuperar del armario en el que las metieron el colonialismo y los tecnócratas. Nuestros amigos Sunita Narain y Anil Agarwal+ (Centre for science & Environment de Delhi) han demostrado que estos métodos podrían resolver la cuestión crucial del agua en las aldeas indias.

Pero ocurre que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones: el suministro gratuito de la electricidad para bombear el agua de irrigación en los campos indios ha llevado a la sobreexplotación y a la sequía de muchos pozos, a lo que hay que añadir, en ciertas regiones, la terrible tragedia de la aparición de pozos contaminados por el arsénico de ciertas capas geológicas. En Bangladesh, veinte millones de personas están expuestas a este agua envenenada [2], origen de múltiples cánceres de piel, de las vías digestivas y del mal mortal conocido como black foot disease.

La recolecta de agua de lluvia en el Magreb constituye por su parte un motivo de celebración… (ver Imaginaire de l’eau, imaginario del mundo, prefacio de LB, Ediciones la Dispute et Conseil Gal du Val de Marne, marzo de 2007).

Buen gobierno

La cuestión de su gestión política está en el centro de la problemática en torno al agua. Más de doscientas presas de suministro en el mundo ignoran las fronteras políticas. Ahora bien, las dificultades ligadas al agua tienen componentes locales, regionales e internacionales.

La Década Internacional del agua potable y del saneamiento -o DIEPA- lanzada y coordinada por las Naciones Unidas (1981- 1990) no ha sido lo que se dice un gran éxito, tal y como lo ha reconocido la consulta de Nueva Delhi en septiembre de 1990, organizada por la DIEPA y el PNUD, pues los resultados han sido insuficientes en términos operacionales (número de personas abarcadas, continuidad del servicio, calidad del agua…), en términos institucionales (pocas creaciones de instancia de regulación, ausencia de política nacional del agua, obstáculos burocráticos) y en términos financieros (sostenibilidad de los proyectos, amortización de los equipamientos, viabilidad económica). Las políticas de construcción de grandes pantanos, antaño tan en boga, se cuestionan sin embargo en el presente, pues levantan objeciones por el impacto ambiental o social que produce este tipo de obras.

La Asamblea General de la ONU ha tratado estas cuestiones en 1997, en una sesión especialmente consagrada al agua en la que se pretendía votar una resolución. Desde entonces se han multiplicado las reuniones internacionales, muy marcadas por las cuestiones de la soberanía nacional –que es como decir: río arriba contra río abajo…

Sí puede hablarse de progresos tímidos: la Organización de la Cuenca del Nilo, en la que diez países aceptan trabajar juntos en todo cuanto trate del río y cooperar (algo que al Banco Mundial no ha gustado mucho); o la discusión y cooperación entre EEUU y Canadá en relación con los Grandes Lagos (pero ¿qué pensar de los trasvases de agua?).

Un «buen gobierno» del agua no podría ignorar la consulta y el parecer de las partes interesadas en cada caso, muy especialmente de las mujeres. Hay que encarar, sin embargo, el desafío de la mundialización, que complica sobremanera las relaciones entre los actores y las políticas de los operadores internacionales como el Banco Mundial, el FMI o la OMC, los cuales, desde 1994, están difundiendo un nuevo modelo basado en el mercado.

Aunque se impone un tratamiento social de la cuestión del agua, ello no puede servir de pretexto para eludir la discusión sobre el coste del agua: porque el agua potable es, en efecto, un producto elaborado y sofisticado.
Para la Humanidad, la gestión o gobierno del agua es un problema mayor que habrá que seguir afrontando en las próximas décadas, ya que el ciclo del agua comienza ya a verse afectado por las actividades humanas. Es necesario aplicar al agua, con toda urgencia, los principios del desarrollo sostenible.

Finalmente, hemos de recordar a la ONU la necesidad de crear una Comisión o Agencia del Agua.

Una visión que hay que cambiar

Cargada como está de símbolos en todas las creencias y en el conjunto de las civilizaciones humanas, el agua no es un recurso banal: para muchos de nuestros contemporáneos ella es la que dicta la actitud ante la vida, siendo objeto de reverencia y veneración; lo cual tiene un efecto positivo sobre el propio recurso, al funcionar como germen y anticipo de un desarrollo sostenible. Joseph Ki-Zerbo, ese gran sabio africano que acaba de dejarnos, da algunas pistas preciosas para comprender la simbología del agua, cuando escribe: «En mi lengua materna decimos que «en el agua hay algo más que cocodrilos». Con ello aludimos a la complejidad de lo real, no sólo porque haya allí otros mil animalúnculos menos espectaculares que el cocodrilo, sino porque el agua toca cosas que están del otro lado de lo visible, como por ejemplo la vida».

Pero, al mismo tiempo, para muchos de nuestros contemporáneos la noción del agua se ve afectada por una avalancha de falsas ideas y prácticas superadas. Porque el agua no sale del grifo, sino que viene de la naturaleza, donde atraviesa un fantástico recorrido que la mayoría de nosotros ignoramos (al haberse perdido el contacto con la naturaleza y sus leyes), y no llega a nuestro grifo hasta después de un sinfín de tratamientos y tras la aplicación de numerosas técnicas. Pero el agua ha pasado a ser invisible.

El agua es vital para la industria (hacen falta 400000 litros para fabricar un coche, 18 litros se necesitan para hacer un litro de gasolina de automóvil y 1300 litros para un teléfono móvil), para la agricultura, la industria de la limpieza, el turismo… La competencia entre esos sectores es feroz y presagia no pocas dificultades para el futuro. Pero como hemos dicho ya, el recurso no es extensible al infinito.

Tenemos que aprender a utilizar siete veces seguidas el mismo volumen de agua. Aprender a utilizar una calidad de agua que sea estrictamente compatible con un uso determinado. En Japón, el agua usada de todo edificio de más de cuatro pisos es tratada y reutilizada en las cisternas de los inodoros de otro edificio.

El agua se convierte en un elemento importante de la geoestrategia de los Estados: en abril de 2000, con ocasión del Día de la Tierra, Madeleine Albright, a la sazón secretaria de Estado de EEUU, manifestaba su voluntad de dar una importancia esencial a la cuestión del agua en la política exterior de su país y proponía, situando resueltamente la cuestión del agua en el campo de la geoestrategia, «una alianza global de seguridad en materia de agua».

Tras la guerra de Irak de 2003, su sucesor Colin Powell deploraba que «más de mil millones de personas no tengan acceso al agua potable» y que «dos mil millones de personas no se beneficien de un saneamiento correcto», subrayando que la iniciativa Millenium Challenge Account (MCA) del Presidente George W. Bush era un medio poderoso para «arrastrar a naciones enteras a un ciclo de oportunidades e iniciativas»
.
Hidrólogos, ecologistas, sociólogos, diplomáticos y políticos deberían trabajar en régimen de interdisciplinariedad para hacer que el agua aproxime a los seres humanos y sea utilizada para el mayor beneficio de todos: existen en este sentido ejemplos alentadores, de China a Vietnam (en el Mekong) y de India a Pakistán (en el Indus). Frente al agua, los enemigos de ayer bien pueden acallar sus resentimientos y cooperar.

Sobre todo, hemos de aprender a vivir en un mundo que ahorre agua. Lo cual es posible, habida cuenta de que ciertas personas la despilfarran enormemente. La escuela juega un papel fundamental a este respecto, como también el legislador.

París, 22 abril 2007

Larbi Bouguerra

[1El subrayado es nuestro

[2Una solución «química» a esta tragedia está en camino; habría sido avalada por la poderosa ACS (American Chemical society).

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